Buen comportamiento (Good Behaviour, 1981) de la irlandesa Molly Keane (1904-1996) es una novela que recordaré porque me hizo volver a leer el primer capítulo inmediatamente después de llegar al final. Y por su peculiar narradora poco fiable.
Alguna vez ya que comentado por aquí que tengo debilidad por este tipo de narradores, que te van contando en primera persona lo que ven (los más inocentes o perturbados) o lo que quieren que veas (los más manipuladores). Ejemplos comentados en este blog son Klara y el sol (Kazuo Ishiguro), una niña robot cuyo punto de vista está limitado a sus conocimientos teóricos sobre lo que significa ser humano, o el chalado y narcisista profesor Kinbote de Pálido fuego (Nabokov). Si nos vamos a la pantalla, un ejemplo típico es el protagonista de Forrest Gump, quien relata su paso por la guerra de Vietnam como una serie de largos paseos por el campo en busca de alguien llamado Charlie.
Leer a narradores sospechosos tiene algo de detectivesco, cosa que (desde mi punto de vista) lo hace más divertido, más retador: como lectora, me planteo si lo que me están contando es cierto o no, busco pistas, saco conclusiones, me equivoco a veces, acierto otras… Este tipo de narradores no se limitan a la literatura o el cine. Los encontramos también en la no ficción: en prensa, documentales, incluso presidiendo países poderosos y muy armados. Así que leerlos y verlos en ficción te puede ayudar a desarrollar habilidades útiles para el mundo real, para detectarlos entre la nube de humo formada por la propaganda y la manipulación.
Pero quizás me gustan porque, simplemente, son muy humanos, o creíbles (cuando no son humanos, como Klara). ¿Quién no ha sido un narrador poco fiable alguna vez en su vida? Cada uno interpreta el mundo según su perspectiva, según (como diría Liam Neeson) esa serie de habilidades concretas adquiridas en su vida. Yo misma no soy una narradora fiable en esta entrada, porque mi pasión por los narradores sospechosos posiblemente me ha impedido ver los defectos de Buen comportamiento.
En Buen comportamiento, Molly Keane nos traslada a Temple Alice, una decadente mansión en la Irlanda de los años 20. La habita una familia anglo-irlandesa, los St Charles, formada por un padre vividor aficionado a los caballos y al sexo —por separado—, por una madre que dedica sus horas a cultivar flores y a pintar y por los dos hijos del matrimonio: Hubert y Aroon. En el primer capítulo de la novela, nos encontramos con Aroon a los cincuenta y tantos, pero tras un importante incidente para la trama ella empieza a rememorar su infancia y juventud en la mansión familiar. De ahí lo de releer el principio, que tiene otra lectura cuando ya conoces la historia.

La novela es una comedia negra narrada en primera persona desde la perspectiva de Aroon, una chica grande cuyo físico no encaja en el ideal de belleza de su madre, que come como un pajarito y vive obsesionada con mantener las apariencias, exigiendo a su familia que mantenga ese «buen comportamiento» que es sello de identidad de su clase y que no se puede perder incluso en los momentos más trágicos de la vida.
Aroon crece en ese ambiente, rodeada de cosas que no se cuentan (porque no está bien visto contarlas ni llamarlas por su nombre) e incapaz de identificarlas por una mezcla de educación y carácter. Lo afirma ella misma cuando recuerda el trato penoso que recibían los hermanos St Charles por parte de sus niñeras:
Incluso entonces sabía cómo ignorar las cosas. Sabía cómo comportarme.
No quiero entrar en detalles para no estropear la lectura de este libro, pero la novela se forma a partir de esta afirmación de Aroon, de su capacidad para ignorar las cosas y comportarse. Así, en sus relatos de escenas tras puertas cerradas, de los súbitos cambios de humor de su institutriz, de las corredurías de su padre, etc., ella deja caer pistas de una forma aparentemente inconsciente, a veces tan sutiles que se pueden escapar si no estás pendiente.
Aroon tiene una visión tan sesgada de las relaciones —del amor, del sexo— que te cuestionas constantemente si sabe cómo ignorar las cosas (como ella afirma) o si más bien es incapaz de verlas, de tanto que ha interiorizado el mantra familiar del buen comportamiento. Un ejemplo de los que hacen dudar es cuando se encuentra a dos jóvenes desnudos acostados en una cama que se levantan y visten a toda prisa cuando Aroon entra en la habitación. Ella tiene ya la edad suficiente como para saber que ahí está pasando algo, pero ni lo menciona. Pasa de largo. En algunas escenas, te preguntas si no será más bien inocente, simple, poco inteligente. Tonta, le dices de vez en cuando. Sin embargo, sí que es capaz de leer bien otras señales, como el desprecio que su madre le demuestra en cada una de las escenas que comparten.
Molly Keane (1904-1996) fue una dramaturga y novelista irlandesa que creció leyendo y adorando a Jane Austen y su talento para crear personajes. Lo hizo, lo de crecer y leer, en el seno de una adinerada familia amante de los caballos y la caza que no compartía el interés de Molly por los libros. Su madre era poeta, autora del tipo de poema sentimental esperable en una dama como ella, pero no lectora.
Molly (nacida Mary Nesta Skrine) amaba también el mundo de los caballos, como era de rigor en una anglo-irlandesa de su clase. En las reuniones familiares no se hablaba de otra cosa. El filisteísmo era considerado una virtud: en Buen comportamiento vemos varias muestras de ello, como la manera en que se trata a un niño que demuestra un embarazoso interés por la literatura.

Keane traslada experiencias personales a esta novela. Su relación con su familia, por ejemplo:
Mi madre no me quería y mis tías era horribles conmigo, y mi padre no tenía absolutamente nada que ver conmigo.
Incluso de mayor, cuando encontró el éxito como escritora, afirmó que dudaba de que sus padres hubieran leído alguno de sus libros.
El camino de Molly hacia la literatura se lo debemos a ese desapego familiar, ya que a los diecisiete años enfermó (sospecha de tuberculosis) y se vio forzada a pasar un tiempo en la cama. Se vio totalmente desatendida por sus padres y, al no tener nada que hacer, empezó a escribir.
Sus primeros libros los publicó con el pseudónimo de M.J. Farrell, ya que no quería que se hiciera pública su faceta de escritora. Ella solo quería ser buena en el terreno de caza y ser popular en los bailes que se organizaban tras las cacerías.
Era alarmante que una mujer leyera un libro, y mucho peor que lo escribiera. Me habrían prohibido el acceso a cualquier casa respetable del condado de Carlow.
Pese a que Buen comportamiento no es una novela autobiográfica en cuanto a los eventos concretos que tienen lugar, la atmósfera que consigue crear sí que parece proceder de sus propias vivencias como miembro de la aristocracia anglo-irlandesa de los años 20.

Buen comportamiento fue la primera novela que publicó con su propio nombre. Fue en 1981, cuando tenía setenta y siete años, después de un parón de muchos años debido a que su marido, Bobby Keane, falleció tras una operación cuando solo llevaban ocho años casados, y ella se vio obligada a aparcar la escritura para cuidar de sus hijas pequeñas. En esa época solo escribió una obra de teatro que fue un fracaso y eso la desanimó. El manuscrito de Buen comportamiento llegó a publicarse gracias a que la actriz Peggy Ashcroft, amiga de Keane, lo leyó y la animó a presentarlo a una editorial. Se ve que Ashcroft tenía buen ojo, ya que la novela fue finalista del Premio Booker el año que ganó Salman Rushdie con Hijos de la medianoche.
Más información:
- Web sobre Molly Keane (en inglés).