Me he quedado con el título original de esta película en lugar de optar por el de la versión doblada: Los Tenembaums. Una familia de genios. Imagino a esas —respetables— personas que traducen los títulos en España, analizando el título original y diciendo: «no, espera. No sabes de qué va con ese título. Eso de Royal suena a levadura. Vamos a poner algo más claro, que explique de qué va la película para que los pobres espectadores no tengan que estar ahí elucubrando». Quizás sean descendientes de las mismas personas que decidieron que Rosemary’s Baby (1968, Roman Polanski) era un título demasiado opaco y lo cambiaron por el mucho más elocuente La semilla del diablo.
He vuelto a The Royal Tenembaums (2001) después de ver La videoteca de Bergman (Trespassing Bergman, 2013), la serie documental de la directora sueca Jane Magnusson en la que nos invita a colarnos en la casa en la que vivió y murió Ingmar Bergman (1918-2007) en la pequeña isla de Fårö. En cada episodio, Magnusson lleva a un director a la casa y lo deja campar a sus anchas por la considerable videoteca del cineasta sueco, compuesta por más de 1500 cintas de VHS, muchas de ellas no tan sesudas como cabría esperar (Cazafantasmas, Jurassic Park, Granujas a todo ritmo…).
En la serie se intercalan las entrevistas en la casa con el director invitado (Haneke, Landis, Iñárritu, etc) con otras más breves a directores y directoras (y actores y actrices) cuya obra está representada en la videoteca. Y ahí llegamos a Wes Anderson.
Entre los VHS de Bergman se encuentran Rushmore (1998) y The Royal Tenenbaums, ambas de Anderson, a quien Magnusson entrevista en un hotel de Paris en su documental. Anderson describe cómo empezó a formarse la idea de la película en su cabeza:
Más que tener una historia, lo que tenía era una colección completa de personajes.
Estos individuos surgen de varias fuentes. En parte, la familia protagonista se inspira en la del propio Wes Anderson, que sufrió el divorcio de sus padres cuando tenía solo ocho años. La familia rota es un tema constante en la obra de Anderson, clave en la trama de The Royal Tenenbaums. De hecho, es el divorcio el evento que desestabiliza la familia y compromete el futuro de los niños. Otra fuente es la cinta de Orson Welles The Magnificent Ambersons (El Cuarto Mandamiento, 1942), drama que describe la decadencia de una gran familia que vive en una mansión muy similar a la de los Tenenbaums.
Y estos personajes son, más que la trama en sí, lo que hace especial esta película. Tenemos a Gene Hackman como Royal Tenenbaum, el padre que se apartó de la familia tras el divorcio y que ahora intenta acercarse de nuevo por interés propio. Es mi Hackman favorito, empatado con el de La conversación (1974, Francis Ford Coppola). Fue un fichaje difícil, porque no quería hacer la película (dejó la actuación solo un par de años más tarde) y porque, al parecer, es un actor que no ponía las cosas fáciles en el set.
La matriarca, la pieza que mantiene unida a la familia es Angelica Huston como Etheline Tenenbaum. Danny Glover interpreta a su contable y actual pareja sentimental. Los hijos son Ben Stiller (Chas), Gwyneth Paltrow (Margot) y Luke Wilson (Richie). No pueden faltar los muy wesandersonianos Bill Murray, que interpreta al marido de Margot, un neurólogo que parodia el estilo investigador de Oliver Sacks, y Owen Wilson, como Eli, el amigo de la infancia de Chas que siempre quiso ser un Tenenbaum.
Lo de la «familia de genios» del título en España viene de que los hermanos Chas y Richie y su hermana adoptiva Margot son todos niños prodigio. Chas es un hombre (niño) de negocios nato, Richie es un tenista prodigioso y Margot es dramaturga. Todos alcanzan el éxito prematuramente y, cuando los conocemos en The Royal Tenenbaums, están ya en pleno declive, siendo aún jóvenes.
Wes Anderson ha afirmado que no siente que su obra encaje en un solo género, comedia o drama. Prevalece la comedia, pero un tipo de comedia muy particular la de Anderson, que suele surgir de las situaciones en las que se ven envueltos sus ordenados personajes cuando algo irrumpe en escena mientras ellos tratan de mantener el tipo y la serenidad. Cuando pierden el control, surgen escenas tragicómicas como esta en la que Richie Tenenbaum pierde los papeles en pleno torneo de tenis al ver en las gradas a su hermana (recordemos, adoptiva) Margot, de la que ha estado siempre enamorado, sentada junto a su nuevo marido.
Este tipo de comedia es típica de Anderson, como también lo son sus personajes, cuya excentricidad suele ocultar algo de tristeza, muchas veces soledad. Los diálogos son peculiares también, reforzando las emociones de los personajes. Un ejemplo es la conversación de Royal con sus hijos, aún niños, tras ver una representación casera de una obra de Margot el día de su cumpleaños. Te ríes de la brutalidad de Royal a la vez que notas la punzada de dolor de Margot, que huye a su habitación tras escuchar las palabras de su padre:
– ¿Qué te ha parecido, papá?
– Mmm, no me ha parecido creíble.
– Al menos, ¿crees que los personajes estaban bien desarrollados?
– ¿Qué personajes? Solo había un puñado de niños, disfrazados de animales.
Pero si hay algo típico de Wes Anderson es la composición meticulosa de cada plano, que hace reconocible cualquier fotograma de una película suya aunque lo veas de forma aislada. Hay detalles en abundancia, rozando lo barroco, jugando con la simetría y con una paleta de colores limitados y seleccionados cuidadosamente (con predominio de ocres, rojos y verdes en los Tenenbaums), eligiendo tonos más cálidos o más fríos en concordancia con las emociones presentes en cada escena.
Los detalles los vemos en los escenarios, en la casa de los Tenenbaum, que es un personaje más de la película. La habitación de Margot, por ejemplo, refleja su obsesión por el teatro, con su librería perfectamente ordenada, con pegatinas en cada estante para localizar a sus autores de referencia: Chéjov, Shakespeare, Pinter, Beckett, Ibsen… En las paredes de otra habitación vemos los retratos de Margot pintados por Richie a lo largo de su vida, desde dibujos más infantiles a las pinturas más recientes, lo que refleja (y refuerza para el espectador) la pasión que siempre ha sentido por ella.
Pero hay detalles, y muchos, también en el vestuario de los personajes. La imagen de Margot (una Gwyneth Paltrow que aún no sospechaba que acabaría vendiendo velas que huelen como su vagina) con su media melena rubia y lacia con horquilla, sus ojos perfilados de negro, su cigarro y su abrigo de pieles junto a un Richie que cultiva un look Eugenio, con barba, gafas de sol y una cinta de tenista en la frente, ha trascendido la película y es un disfraz perfecto para parejas en carnaval. Y qué decir de Chas y sus dos hijos, los tres vestidos con chándal Adidas de color rojo.
El movimiento de la cámara es también muy particular en el cine de Wes Anderson. Le gustan las tomas largas, sin cortes, con la cámara pasando de un grupo de personas conversando a otro, o de una habitación a otra. Recuerda a las viñetas no secuenciales de la viejuna Rue del Percebe de Ibáñez. O a un escenario teatral: Anderson dirigió teatro en el colegio y ese lenguaje aún le atrae e influye. Anderson reconoce la influencia de Buñuel en este tipo de planos, nombrando películas como la inquietante El ángel exterminador.
Otro plano típico es el de las listas o elementos ordenados (contenido de un cajón, de una maleta) vistos desde arriba, muchas veces con un primer plano de . Estos detalles tan suyos hacen que sea carne de parodia, como en este trailer de lo que sería una película de terror rodada por Wes Anderson de SNL, que completa la imitación al usar los nombres de los actores fetiche del estadounidense:
Vuelvo al Wes Anderson de 2013 en el documental sobre Bergman: elegante con su típico traje de pana marrón, sus wallabees (una especie de mocasines con cordones), sus calcetines rojos, alto y muy delgado. Se expresa con mucha claridad (buen candidato para listenings de estudiantes de inglés), es meticuloso, busca la palabra precisa e incluso la pronunciación correcta cuando dice nombres o palabras en otros idiomas. En un momento de la entrevista, Magnusson le pregunta si es caótico. Parece que quiere saber si el orden de sus películas trata de resolver un desorden en su vida. Me sorprende la pregunta, espero la reacción del atildado Anderson. Pero apenas se inmuta, sonríe y dice que no es caótico, que le gusta el orden, pero manteniendo algo de libertad. Menuda revelación hubiera sido si nos contara que tiene la casa patas arriba.
Por si no ha quedado claro (no lo he dicho), The Royal Tenenbaums me sigue gustando mucho después de verla por tercera vez. Tengo muchas ganas de ver The French Dispatch (2021), cuyo póster es (de nuevo) muy Rue del Percebe, y he leído esta semana que Anderson va a rodar su siguiente película este verano en Madrid, cerca de Chinchón, en unos decorados tipo western. Qué suerte los de Chinchón.
Más información:
- The Royal Tenenbaums está disponible en España en Disney+.
- El documental La videoteca de Bergman está en Filmin.
No creo haber visto ninguna película de este director, pero he crecido admirando como actúaba Gene Hackman. Pena que se retirase del cine. Parece ser que luego se ha dedicado a la pintura y a escribir. ¿Has leído alguna de sus novelas?
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No, sabía lo de la pintura, pero no que escribe también. Como actor era genial, aunque parece ser que era de los complicados en los rodajes. En el de esta película, Bill Murray era el único que no le tenía miedo y procuraba estar para defender al director si era necesario. El resultado valió la pena, eso sí.
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[…] poco hablaba aquí de Wes Anderson. Viendo el cine del Studio Ghibli, no queda ninguna duda de que Anderson es fan y seguidor de […]
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