Si en Ensayo sobre la ceguera Saramago nos arrastraba al escenario terrorífico de una epidemia de ceguera, en este Ensayo sobre la lucidez (2004) nos plantea una pregunta inquietante: ¿qué pasaría si todas las personas nos pusiéramos de acuerdo para votar en blanco? ¿Cómo se lo tomarían las clases dirigentes?
Según el portugués, no muy bien.
En su novela más política, José Saramago (1922-2010) construye un relato entre la sátira, la intriga y la tragedia que sacude los cimientos de la democracia. Y todo fluye con su inconfundible prosa de puntuación tan atípica como expresiva, con ese sentido del humor que denota una mirada agudísima, que no deja escapar un detalle. Saramago observaba como un niño y escribía con la frescura de un cuentacuentos. Sus diálogos entremezclados con la narración destacan por dar una voz propia e inconfundible a cada uno de sus personajes, a base de detalles sutiles. Como si alguien te contara la historia y fuera modulando la voz para interpretar de manera diferente a cada uno de ellos.
Su Ensayo sobre la lucidez es una novela coral, con múltiples voces de personajes sin nombre a los que vas conociendo por sus palabras y acciones . Tengo que decir que mi Saramago favorito es el que elige un único personaje y acaba exponiendo sus entresijos a base de reflexiones y enredos, como el de Todos los nombres, que sigue siendo mi preferida, la que he leído y releído. Porque no te das cuenta y te va abriendo a ti, lectora o lector, en canal y de repente ves también tus entresijos ahí, mezclados con los del protagonista de turno. No obstante, disfruté con la lectura de esta historia que, en mi opinión, va de menos a más (quizás porque al final el zoom se va centrando en uno solo de los personajes).
La novela empieza narrando un día de elecciones en una ciudad sin nombre. Llueve a cántaros, lo que presagia una baja asistencia a los colegios electorales. Y así es: por la mañana, los miembros de las mesas electorales contemplan con ansiedad el vacío de las urnas. Sin embargo, a medida que avanza el día van llegando los electores para depositar sus votos.
Poco les dura la alegría: en cuanto empiezan con el escrutinio, se encuentran con que la mayoría de los votos están en blanco. El gobierno considera el resultado una anomalía y ordena que las elecciones se celebren de nuevo una semana más tarde. El resultado es aún más escandaloso: más del 80% de ciudadanos votan en blanco.
El gobierno no acepta el resultado y decide poner en marcha una investigación para esclarecer esa epidemia de insensatez, esa «ceguera blanca» que afecta a los votantes y que acaba siendo vinculada a la epidemia de ceguera que afectó a la población de esa misma ciudad cuatro años atrás. La última parte de la novela se centra en un comisario de policía al que destinan a la ciudad con el objetivo de encontrar a los instigadores de la rebelión del voto en blanco. Aunque ellos, los mandamases, ya tienen claro que «la mujer del médico», aquella que fue la única que conservó la vista en Ensayo sobre la ceguera, forzosamente tiene algo que ver (ejem) con esta nueva infección que ha trastocado los cerebros de los votantes. Y así se enlazan las dos historias, de manera que este Ensayo sobre la lucidez se lee mejor después del Ensayo sobre la ceguera (aunque también se pueden leer ambas de manera independiente).

Pese al «ensayo» del título, ambas obras son novelas (Saramago decía que él era un ensayista que no sabía escribir ensayos, que por eso escribía novelas). Sin embargo, las dos proporcionan material para reflexionar y para debatir (que siempre es sano). El ensayo lo haces tú al terminar y rumiar la lectura. Ensayo sobre la lucidez te deja una turbadora reflexión acerca de los engranajes del poder en la democracia. Nuestra democracia, nuestros mandatarios y sus oposiciones, aunque sus con sus tejemanejes y sus siglas de marca blanca («ppd» partido de la derecha, «pdi» partido de la izquierda, etc) suenan a distopía pero también te recuerdan a lo que puedes leer día sí y día también en la prensa. Cualquier gobierno democrático de hoy en día, ¿reaccionaría igual que los mandatarios creados por Saramago ante una rebelión pacifista del pueblo en forma de votos en blanco masivos?
Ensayo sobre la lucidez se publicó en 2004, mucho antes de que tuvieran lugar algunos episodios democráticos cuanto menos llamativos del siglo XXI (creo que sobran los ejemplos). El Nobel de Literatura de 1998 tenía claro que algo fallaba, como dijo al presentar su libro:
Podemos quitar y poner gobiernos, pero no podemos derribar el verdadero poder: las estructuras económicas y financieras […]. Los gobiernos son comisarios políticos del poder económico, y en el FMI o en la OMC no hay democracia.
Fuente: El País 31/03/2004
Saramago, que se definió en una ocasión como «escéptico profesional», ya fue abiertamente crítico con la democracia en su discurso de investidura como Doctor Honoris Causa por la Universidad Carlos III de Madrid, en marzo de 2003:
Hay que procurar la manera de reinventar de alguna forma la democracia, de arrancarla de la inmovilidad a la que fue condenada por la rutina y por la incredulidad, bien ayudadas, una y otra, por los diversos poderes políticos y económicos a quienes conviene mantener la decorativa fachada del edificio democrático, que nos está impidiendo verificar si por detrás de la fachada algo existe. Si queréis mi opinión, lo que aún queda es, casi siempre, usado mucho más para armar de eficacia las mentiras que para defender las verdades, lo que llamamos hoy democracia se asemeja, tristemente, al paño solemne que cubre el ataúd donde ya se está pudriendo el cadáver. Reinventemos, pues, la democracia antes de que sea demasiado tarde.
Eso lo decía en 2003. A Saramago se le coloca a menudo la etiqueta de pesimista, pero leyendo este discurso veinte años más tarde, lo que veo aquí es su característica mirada crítica y reflexiva que trataba de trasladar esa reflexión a la sociedad, partiendo de la base de que tenía arreglo (pese a esa imagen del cadáver pútrido, sí). No se pone apocalíptico en esta novela, ni siquiera en Ensayo sobre la ceguera. Lo que nos dice es que la humanidad tiene en el ser humano a su peor enemigo, pero que podemos solucionarlo si somos capaces de reconocerlo y nos ponemos manos a la obra.
En resumen, te recomiendo la lectura de Ensayo sobre la lucidez. De cualquier libro de Saramago, en realidad. Te dejo con una última cita para que puedas saborear el tono entre ácido y burlón con el que describe las maquinaciones de esos gobernantes de ficción que tratan de resolver la calamidad de los votos en blanco:
[…] buenos tiempos aquellos en que por una simple y casual desobediencia de los dictámenes divinos unas cuantas ciudades bíblicas eran fulminadas y arrasadas con todos sus habitantes dentro. […] Hoy, habiendo dejado de obedecer ciegamente las órdenes del señor, los rayos sólo caen donde quieren, y ya es evidente y manifiesto que no será posible contar con ellos para reconducir al buen camino a la pecadora ciudad del voto en blanco.
Más información:
- Interesante vídeo del Club de Lectura de la UNED con entrevistas y reflexiones del propio Saramago y otros autores. Él mismo habla de su famoso pesimismo (puesto que la pregunta no debía faltar en sus entrevistas).
Hola Cinelibrista
Hace muchos años que no leo a Saramago. Bueno, en general hace muchos años que apenas leo novelas por motivos que ahora no vienen al caso. Pero en su momento pasé una fiebre saramaguiana muy fuerte. Quizá la única de sus novelas que no haya leído completa sea, aparte de cosas publicadas después de su muerte, El año de la muerte de Ricardo Reis que, no sé, no puedo con ella. Tampoco he leído nada suyo que no sean novelas o relatos.
Te quiero felicitar por lo bien que sintetizas, al comienzo de tu reseña, la forma de escribir de Saramago, que atrapa de una forma por cierto muy parecida a la del cine por esa fluidez del relato que mezcla ideas con hechos, imágenes y diálogos.
Sobre Ensayo sobre la lucidez, sé que la leí pero no recuerdo nada apenas, tus palabras hacen flash en mi cabeza. Quizá lo peor de Saramago, o así lo percibo yo, es que ese estilo tan peculiar hace que todas sus historias, una vez cerrado el libro, se coloquen en un mismo estante de nuestra mente, de forma que cuesta discernir las unas de las otras, excepto aquellas que, por su potencia, sobresalen, como le pasa a Todos los nombres que citas, o a Ensayo sobre la ceguera o a La caverna.
Qué extraño que el cine no haya sido capaz aún de llevar nada suyo a la pantalla con la calidad correspondiente, o lo ha hecho y no lo he visto. Sí vi hace no mucho Enemy, de Villeneuve, sobre El hombre duplicado, y al final no sabía si tirarme por la ventana, porque mi casa es un primer piso y lo mismo no me mato.
Un saludo agradecido. Comento poco pero procuro leerlo todo. Haces un gran trabajo.
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Te agradezco mucho el comentario, Manuel. Leer cosas como esta animan a seguir 🙂 Te leo también, y si no comento es porque en demasiadas ocasiones (lo reconozco) no he visto las películas que comentas, o las he visto hace demasiado tiempo y las recuerdo poco. Eso sí, algunas las he visto después de leer tu entrada, como 8 1/2, que llevaba toda la vida en mi lista de pendientes oculta (la que no compartes, por vergüenza) y ahí me diste el empujón.
No había pensado en eso de lo cinematográfico que te parece el estilo de Saramago. Puede ser, podría ser la causa de que sea tan difícil de llevar al cine con éxito, ¿no? Te transmite esas imágenes tan claras y personales, con esa voz tan suya, y luego te decepciona lo que ves en pantalla. Solo he visto Enemy y tampoco me gustó nada. De Blindness solo he visto el trailer y ya me bastó. No sé si hay más. Al leer Todos los nombres, me pareció que podría dar lugar a una buena película, con esa historia de obsesión con tintes detectivescos, pero lo mismo me había pasado con El hombre duplicado y ya ves.
Me has hecho reír con tu asunto con El año de la muerte de Ricardo Reis, porque casualmente empecé a leerla al acabar esta. Pero tras unas cuantas páginas, he parado y la he dejado para otro momento. No es la primera vez que dejo una de sus novelas para más tarde. Con Saramago suelo espaciar un poco las lecturas (yo tengo alguna más pendiente). No porque sea difícil, pero creo que exige plena atención al lector por esa manera de expresarse, por esos párrafos tan densos que mezclan acción, diálogo e imágenes como muy bien dices. Tengo la manía de leer demasiado deprisa y Saramago te pide un ritmo más pausado (al menos, en mi caso). Pero compensa.
Un saludo y muchas gracias de nuevo!
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