Los caminos para llegar al siguiente libro de la lista son inescrutables. Estoy leyendo un libro y tengo ya pensado el siguiente, cuando de repente pasa algo que me lleva por otros derroteros. Acabo de leer Liquidación (Severance, 2018) de Ling Ma. ¿Y sabes por qué? Porque se titula igual que la serie de Apple TV, una de mis favoritas en lo que va de año. ¿Y sabes otra cosa? Más allá del título, el libro de Ling Ma no tiene nada que ver con la serie.
Ni tampoco con las rebajas.
Ya antes de saber que tendría la oportunidad de vivir una pandemia en primera persona, me gustaban las historias apocalípticas. Ensayo sobre la ceguera, de Saramago. La carretera, de McCarthy. World War Z, de Brooks. Y tantas otras.
Me siguen gustando, pero ahora soy más exigente con los detalles. Ya sé cómo nos comportamos los humanos cuando le vemos las orejas al lobo. The Walking Dead, por ejemplo, no es realista porque en ninguna casa de las que van saqueando encuentran tantos rollos de papel higiénico como para formar una réplica a tamaño real del Partenón. En el Ensayo sobre la ceguera nadie se pone a elaborar masa madre porque se han acabado el pan y la levadura en el super. Son textos escritos antes de 2020, no podemos culpar a los autores.
En Liquidación, pese a estar escrita en el lejanísimo 2018, encontramos bastantes similitudes con nuestra pandemia. Para empezar, la enfermedad que desencadena el caos, la Fiebre Shen, viene de China. No es un virus, sino una infección fúngica que se transmite cuando se inhalan unas esporas. La hipótesis es que llega de China a los EEUU (y al resto del mundo) en las innumerables exportaciones del país asiático. La información es confusa al principio (quizás te suene), se cree que está menos extendida de lo que en realidad está. Hasta que la gente empieza a caer como moscas. Y los síntomas de la Fiebre Chen son terroríficos y grotescos. Primero se pueden confundir con un simple resfriado: dolores de cabeza y musculares, poco más. Pero a medida que avanza, los infectados se convierten en víctimas de la rutina: repiten, en bucle, comportamientos aprendidos que su cerebro destrozado aún es capaz de recordar. En una escena difícil de olvidar vemos a una familia a través de la ventana de su cocina. Están poniendo la mesa. Después se sientan a cenar. Vemos cómo se llevan las cucharas a los labios, con perfectos modales. Pero nos acercamos y notamos que sus platos están vacíos. Que es una especie de farsa. Luego recogen la mesa, lo guardan todo. Y después vuelven empezar: ponen la mesa, se sientan, fingen cenar, recogen. Una y otra vez. Deshidratados y famélicos, se van consumiendo hasta adquirir el aspecto de unos zombis inofensivos pero aterradores porque representan la enfermedad que está diezmando la población, el futuro de los pocos no infectados que aún resisten.

Pero el apocalipsis zombi es solo el telón de fondo que Ling Ma ha elegido para presentarnos una crítica de la alienación en la sociedad capitalista de consumo, tomando el punto de vista de una trabajadora millennial, una hija de inmigrantes chinos que busca lanzar su carrera en la Gran Manzana.
Así empieza Liquidación:
Tras el Final llegó el Principio. Y al Principio éramos ocho, luego nueve —esa fui yo—, un número que ya no haría más que menguar. Nos encontramos los unos a los otros huyendo de Nueva York hacia los pastos más seguros del mundo rural. Habíamos visto que lo hacían en las películas, aunque ninguno de nosotros podía decir en cuál exactamente. Muchas cosas no resultaron ser como se habían plasmado en la pantalla.
Éramos estrategas de marca y abogados expertos en derecho inmobiliario y especialistas en recursos humanos y consultores financieros personales. No sabíamos cómo se hacía nada, así que lo buscábamos todo en Google. Buscamos «cómo sobrevivir en la naturaleza», y Google nos devolvía imágenes de hiedras tóxicas, insectos venenosos y huellas de osos.
En estas primeras líneas del prólogo ya vemos el tono de la novela, con ese sentido del humor tan ácido: esos humanos que se van al campo porque han visto que lo hacen en las películas de catástrofes, esos grandes expertos en cosas que ya no sirven para nada que acaban buscando en Google para aprender a sobrevivir.
Liquidación están contada en primera persona desde la perspectiva de Candance, una narradora que empieza siendo poco fiable pero que cambia a medida que avanza la historia. Candance, estadounidense de origen chino como Ling Ma, es una de las pocas personas que sigue trabajando cuando la epidemia vacía la ciudad. De manera casi robótica, ella viaja cada mañana hasta el edificio que alberga la sede de la editorial en la que trabaja, abre su oficina abandonada y lleva a cabo sus rutinas: revisa sus e-mails, se toma un café, revisa de nuevo sus e-mails, hace alguna llamada cuando aún hay gente al otro lado para atender el teléfono. Una y otra vez. Sí, como los zombis contagiados por la Fiebre Shen. La vida de Candance, con su cerebro humano libre de hongos, no es muy diferente de la de los infectados. Como no lo es la vida de los trabajadores de China a quienes su empresa compra los productos que vende (biblias) al precio más bajo posible.
Pero entra en escena la pandemia y Candance se verá obligada a abandonar esa rutina y a cambiar su vida, a la vez que recuerda el pasado, su relación con sus padres y con su exnovio.
En una entrevista para Electric Literature, la autora cuenta de dónde surgió la idea:
Mi inspiración vino de mi trabajo de oficina de nueve a cinco. Sentí que iba a estar repitiendo las mismas rutinas —coger la misma ruta de transporte público, pedir los mismos cafés, hablar de las mismas trivialidades junto a la fuente del agua— hasta que muriera. Si no en este trabajo, sería otro. Mucha gente se siente igual, como en un bucle de rutinas en trabajos sin sentido. La fiebre Shen simplemente acelera el proceso.
Pese a los zombis y a la aniquilación de gran parte de la humanidad, Liquidación es mucho más que «la novela que predijo que una pandemia de origen chino cambiaría el mundo», como la anuncia su editorial en España. Es muchas otras cosas: una bildungsroman, dado que vemos cómo la millennial Candance crece y se recupera de la ceguera que le impedía ver lo absurdo de su compromiso laboral al inicio de la historia. Es una novela sobre la migración de Candance y su familia desde China a los Estados Unidos, con el conflicto de identidad que eso conlleva. Es una novela sobre el trabajo en el contexto del capitalismo (y aquí sí que hay un punto de contacto con Severance, la serie que me dio a conocer a este libro). Y es una novela apocalíptica también, sí. En esta novela se mata a los zombis para sacarlos de su miseria, no porque sean agresivos ni peligrosos. Y te preguntas si esa gran muerte que es la pandemia de fiebre Shen no habrá servido también para sacar a Candance de su miseria, de su rutinaria vida de 9 a 5.
La novela puede categorizarse como una distopía de las más inquietantes que te puedes encontrar, porque, zombis aparte, es tan parecida a nuestro presente (y no solo por la pandemia) que casi se podría colocar en el estante de no ficción. Y es una novela divertidísima, escrita con una prosa sobria y ligera bajo la que se esconde la aguda mirada satírica de Ling Ma. Aunque hay que decir una cosa en su contra: tampoco acertó con lo de las batallas vecinales por el papel higiénico.

Más información:
Apuntada. Interesante novela.
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Espero que te guste si te animas. Un saludo y gracias por comentar 🙂
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Pero otra vez, qué gozada escuchar a Sabato y The Road en el mismo sitio, libros ambos que he disfrutado. Ya el Walking Dead no porque mis hijas adolescentes veían la serie y una de ellas leyó el libro y me pareció como de poca categoría quizá no sé.
Este tiene muy buena pinta y creo que los autores del este a veces tienen ese humor y otro planteamiento fresco y diferente.
Me gustó tu reseña.
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Gracias Silvia, me alegro de que te haya gustado. De «The Walking Dead »solo leí el primer cómic, luego me enganché a la serie hasta que me cansé, creo que en la octava temporada. Que ya es dedicación, son horas y horas, pero al final ya me parecía siempre lo mismo. He leído que Ling Ma se inspiró en TWD y en «Days of Heaven» de Malick (hablabas por aquí de Malick hace unos días) para escribir esta novela, tomando la voz de la narradora de la película y los zombis de la serie. ¡Un saludo!
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Anda toma ya! Jajaja. Los hay que cogen inspiración y mejoran el producto. Mundo pequeño, salió Malick. Yo tampoco he visto Days of Heaven pero en cuanto tenga oportunidad quiero seguir viendo más de este director que tiene algo adictivo en sus pelis.
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