La película de Netflix Estoy pensando en dejarlo (I’m Thinking of Ending Things, 2020) cuenta con devotos y detractores a partes iguales. Ha sido definida como rompecabezas, pedante, fascinante, desconcertante, enigmática, depresiva, hipnótica, delirante, pérdida de tiempo, críptica, impresionista, dura, triste, bella, surrealista, extraordinaria. Un crítico equipara la experiencia de verla a la de enfrentarse al montaje de un mueble —tipo IKEA— sin el manual de instrucciones.
Si la has visto y la has odiado, te informo antes de que sigas adelante: a mí me gustó. Mucho. Si no la has visto y decides seguir, más abajo hay spoilers: te avisaré antes.
Ya me gustó desde la primera imagen del póster de Netflix, con ese papel de pared que me recordó el relato The Yellow Wallpaper (El papel amarillo), de Charlotte Perkins Gilman, obra que comparte con la cinta de Kaufman tanto el retrato en primera persona de la depresión como la contraposición de elementos reales e imaginarios.
Vamos al argumento: la película está narrada desde el punto de vista de Lucy (Jessie Buckley), una joven que viaja en coche con su nuevo novio, Jake (Jesse Plemons), en una noche de invierno, camino de la granja de sus padres, a quienes aún no conoce. Desde el principio, ella nos dice que está pensando en dejarlo, en acabar con la relación con Jake, de manera que los espectadores nos preparamos para ver la historia de una relación que se rompe. Casi parece una peli navideña, con nieve y gorritos. Pero entonces recordamos que el director y guionista es Charlie Kaufman, el mismo que firmó los guiones de Cómo ser John Malkovich y ¡Olvídate de mí! (o mejor Eternal Sunshine of the Spotless Mind, que no suena a comedia de los Farrely como el título que le plantaron en España… quizás porque quien se lo puso solo sabía que salía Jim Carrey), así que nos preparamos para que sea imprevisible.

Y, pronto, se alcanzan nuestras expectativas. Ya en el coche, Lucy recibe llamadas de su propio número, llamadas que no atiende y que trata de ocultar a Jake. Pero es en la granja de los padres (Tony Collette y David Thewlis) cuando las cosas empiezan a ponerse raras de verdad. La madre no está bien, eso queda claro. Su sonrisa es como una mueca que oculta… no sabemos qué, pero nada bueno. El padre es más transparente pero peculiar también. Hay tensión, servida como el plato principal en la mesa de la cena, pero todavía no sabemos qué pasa. De repente se suceden unos inexplicables cambios escena tras escena: los personajes aparecen con una ropa distinta; los muebles cambian; los padres envejecen y rejuvenecen. Pero nadie, salvo Lucy, parece notarlo.
En este punto, la película crea una sensación de desasosiego, de terror incluso. De amenaza inminente, sin saber qué o cómo va a suceder. Fuera de la casa, el tiempo acompaña: la tormenta de nieve empeora. Al mismo tiempo, se van intercalando imágenes de una historia paralela, la del anciano y solitario conserje de un instituto que lleva a cabo sus tareas de limpieza. Todavía no sabemos qué relación tiene con la pareja protagonista.
Antes de pasar a los spoilers te diré que la película me atrapó. No estoy de acuerdo con el crítico que la compara con el montaje de un mueble sin instrucciones. En todo caso, puntualizaría que Kaufman nos da las instrucciones, todas, aunque no están ordenadas del primero al último paso. Y sigue sin ser una buena metáfora, porque desordenar las instrucciones de un mueble no nos aportaría mucho. Como mucho, la satisfacción de conseguir montarlo pese a los obstáculos. Sin embargo, un poco de desorden sí suele dar buenos resultados en el cine. Imagina El sexto sentido ordenada cronológicamente, con el personaje de Bruce Willis muriendo al principio. O una historia como Rebecca, si Maxim de Winter no hubiera ocultado información sobre su primera mujer.
Es cierto que Estoy pensando en dejarlo es mucho más oscura que las que he puesto como ejemplo. Estaría más en la línea de Lynch en Mulholland Drive. Como se define en esta estupenda crítica, es una película impresionista, que retrata la psicología de los protagonistas, con una mezcla de experiencias reales, recuerdos e imaginación. Y esta forma de relatar tiene un sentido: al retorcer la historia, Kaufman nos lleva de viaje por la mente humana, por el mundo de las emociones, algo que no es tampoco lineal en la vida real. Lo que importa es lo que sentimos y no lo que sucede de verdad, como dice el propio Kaufman:
“I’m not really big on explaining what things are. I let people have their experiences, so I don’t really have expectations about what people are going to think. I really do support anybody’s interpretation.”
Charlie Kaufman para Indiewire (ojo: hay spoilers a mansalva en el link)
(«No me gusta mucho explicar lo que es cada cosa. Dejo que la gente tenga sus propias experiencias, así que, en realidad, no tengo unas expectativas sobre lo que la gente va a pensar. Apoyo cualquier interpretación».)

Charlie Kaufman: Claro, ¿por qué no?
Estoy pensando en dejarlo: SPOILERS
Estoy pensando en dejarlo está basada en la novela homónima del autor canadiense Iain Reid. La leí después de ver la película —sí, me quedé con ganas de más—. Es una novela corta (210 páginas) en cuya contraportada te preparan para lo que viene: «tendrás miedo y no sabrás por qué».
Como decía antes, Charlie Kaufman nos va dejando pistas de lo que pasa, solo hay que leerlas. Sin embargo, también nos coloca una trampa desde el primer minuto: la narración en primera persona de Lucy, interpretada por Jessie Buckley. Esto es igual en el libro.
[Aquí viene el SPOILER] –> En realidad, es Jake quien está viviendo la experiencia que tanto el libro como la película nos cuentan. Es un Jake anciano, el conserje del instituto, quien está recordando su juventud desde la soledad de su presente. El personaje de Lucy es solo lo que pudo ser y no fue: una novia perfecta basada en una conversación ocasional una noche en un bar con una desconocida. De ahí sus cambios de nombre y de profesión, e incluso de aspecto (en una escena es interpretada por otra actriz) a lo largo de la película. Vemos a los padres (los estupendos Collette y Thewlis) jóvenes y viejos, según el momento que esté recordando Jake. En una escena se ve junto al lecho de muerte de su madre. A base de estos recuerdos, vas reconstruyendo su vida. Es una historia triste pero también hermosa que no acabaré de destripar por si no la has visto.
No es una película para analizar hasta que todo encaje, sino para experimentar, para sentir. Para meterte en la mente de Kaufman como él nos metió en la de su Malcovich particular hace ya más de 20 años.
Aunque el estilo narrativo no tiene nada nada que ver, la sensación que me dejó la historia de Jake me recordó a Lo que queda del día (The Remains of the Day), de Kazuo Ishiguro, llevada al cine por James Ivory. Stevens, el protagonista, es el mayordomo perfecto y fiel a su señor que, al final de su vida, se da cuenta de que dejó pasar el amor y trata de recuperarlo cuando es demasiado tarde. En su vida ha triunfado el deber sobre el deseo, la dignidad sobre la honestidad respecto a sus sentimientos. Y surge el tema principal de la novela: el arrepentimiento al pensar en la vida que podría haber vivido y que perdió por dedicarse en cuerpo y alma a su profesión. En la historia de Jake veo algo parecido, un hombre que se arrepiente de las decisiones que tomó en su vida y que imagina lo que podría haber sido.
¿Mejor el libro o la película?
La respuesta corta: la película.
La respuesta larga, aquí —basada en mi opinión personal, nada neutral porque siempre me ha gustado Charlie Kaufman—. La novela de Reid está muy bien: es perfecta para una noche de invierno, mejor si es delante de una chimenea y tienes la suerte de que se pone a nevar. Y no le quitemos el mérito, que la idea fue suya. A mí me ha recordado a El resplandor de Stephen King, especialmente en las escenas finales en el instituto desierto y asilado en medio de una tormenta de nieve. Cambia el Overlook por el instituto, a Wendy por Lucy y a Jack Torrance por el conserje. La sensación de miedo es más intensa en estas páginas del libro —e imagino que debe serlo aún más si no sabes lo que va a pasar después—.

Pero la película va más lejos. Kaufman enriquece aún más los personajes, como ocurre con Jake. En el libro, sabemos que es un hombre muy leído y con formación científica. En la película, Kaufman llena sus diálogos de citas literarias y de cine que no aparecen en el texto de Reid. Esto, que ha molestado a críticos porque lo han visto pedante, creo que va como anillo al dedo en el contexto de la relación imaginaria de Jake: ya que Lucy es fruto de su imaginación, ¿por qué no hacerla perfecta y que pueda estar a su altura culturalmente? A mí me encantan. Creo que cuando conoces la referencia, la experiencia se enriquece. Y, cuando no, tienes material para llenar tu lista de «quiero leer» en Goodreads.
Otro punto a favor es el reparto. Jessie Buckley lo borda. Jesse Plemons, exhibiendo su exótica mezcla entre Matt Damon y Philip Seymour Hoffman, encaja como un guante en el rol pese a que no se parece en nada al Jake alto y desgarbado que describe Reid. Y Toni Collette y David Thewlis están perfectos en las desquiciantes escenas de la granja.
Info adicional:
Foto de Charlie Kaufman: Wikipedia. Anna Hanks de Austin, Texas, USA – Anomalisa Q&A with Charlie Kaufman Fantastic Fest 2015-0257.jpg, CC BY 2.0
Foto de figuras de Lego: Pxfuel
Ilustración de portada hecha con Canva.
[…] Charlie Kaufman: el director y guionista habla de su último trabajo para Netflix, I’m Thinking of Ending Things. […]
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