Muchas casas tienen un papel tan relevante en la trama que no se concibe la novela sin ellas. Son un personaje más, en cuyo interior se mueven e interactúan los otros, los humanos, humanoides, o lo que sea que el autor haya elegido como personaje para su libro. A algunas de esas casas solo les falta tener piernas y echarse a andar para ser uno más en la lista de personajes. Espera un momento. Hay una que tiene esas patas que le permiten seguir a su dueño por los páramos: El castillo ambulante —Howl’s Moving Castle en inglés—, escrito por Diana Wynne Jones.
Hago un inciso para hablar de Diana Wynne Jones (1934-2011). Seré breve. La he descubierto este año, con treinta y muchos años más de los que deben tener sus lectores típicos. Y El castillo ambulante es uno de mis libros favoritos de 2020 (junto con La carretera, para que veas mi criterio en cuanto a género). Si te gusta Neil Gaiman, te gustará Jones. Y si eres fan de Harry Potter podrás ver asomar las puntas de sus raíces entre las páginas de Vida encantada (1977).

Vuelvo a Howl y su castillo. La trama es simple: nuestra protagonista es Sophie, una joven sombrerera que cae víctima del hechizo de una bruja y se ve convertida en una anciana, con todo lo que eso conlleva: arrugas, achaques, dolor de huesos, fatiga, etc. Imagínate pasar de dieciocho a noventa en unos segundos. Pues hay admirar a Sophie por lo bien que se lo toma.

Enseguida se envuelve en un chal y se hace con un bastón para ayudar a su maltrecha espalda y camina renquea hasta que llega al castillo ambulante del hechicero Howl, donde se autocontrata como mujer de la limpieza pese a las reticencias del dueño de la casa. Es perseverante nuestra Sophie: quiere quedarse y se queda.

Además de Howl, conoceremos allí a su aprendiz de 15 años, Michael, y a Calcifer, un demonio de fuego que es el responsable de dar vida y movimiento al castillo, desde su centro de mandos en la chimenea. Sophie pronto descubre que Calcifer está atado a Howl por una especie de contrato y que eso le tiene anclado a la chimenea. Para meterse a Calcifer en el bolsillo, Sophie llega a un acuerdo con él: cada uno ayudará al otro a recuperar su forma normal. Y ya no te cuento más. Tienes que leerlo si no lo has hecho ya.
Y dirás —o quizás, si eres la persona avispada que sé que eres, lo habrás dicho ya al ver el título— ¡pero si El castillo ambulante es una película del Studio Ghibli!
Cierto.
Sin embargo, no asumas que no vale la pena leer el libro si has visto la película. La historia es similar: el castillo anda, Sophie se vuelve vieja, Howl es el mago que pasa más tiempo acicalándose en el baño de la historia de la literatura y Calcifer es un cascarrabias con buen fondo. Pero la película (siendo genial) se centra en una parte de la historia, eliminando alguna trama secundaria e incluso personajes que en el libro tienen mucho peso en la historia, y añadiendo una guerra que no aparece en la novela. Y la evolución de Sophie de joven insegura a mujer fuerte, independiente y empoderada se desarrolla más en el libro.
Pero yo he venido aquí a hablar del castillo.
El castillo de Howl se describe en el libro como un edificio muy alto de ladrillo negro, inestable, con cuatro chimeneas humeantes y tres puertas.
Pero su formidable aspecto exterior es engañoso. Por dentro es modesto y pequeño, una vivienda con dos plantas y unas pocas habitaciones. La entrada conduce a una especie de sala de estar y cocina cochambrosa, con una chimenea en la que habita/arde Calcifer. Resulta acogedora pese a las montañas de platos sucios; al menos para Sophie, que llega con el frío del páramo en sus tuétanos nonagenarios.

Si el contraste exterior-interior ya nos sorprende, de dentro hacia fuera encontramos también un elemento sorpresa. La entrada tiene un pomo que gira sobre un visor que va mostrando de manera alterna cuatro colores distintos. Cada color representa una localización distinta a la que se abre la puerta, sin que el castillo se mueva de su emplazamiento en una colina en las afueras de la ciudad. Cuando Sophie sale por primera vez, se encuentra en una calle de la ciudad y ve que tras ella no está el castillo, sino una casa corriente, como las del resto de la manzana. Cuando, más adelante, el castillo se desplaza —porque Howl necesita huir de la misma bruja que hechizó a Sophie— cambian también los lugares de salida de la puerta mágica. La chimenea de Calcifer es el centro de control del castillo, puesto que él es quién se encarga de generar la energía para moverlo y conducirlo a dónde quiere Howl. También sirve de fogón para cocinar los huevos con bacon del desayuno, muy a pesar de Calcifer.

Antes he dicho que vale la pena leer el libro si has visto la película. Pero si has leído el libro y no has visto la película, ¿a qué estás esperando? En mi opinión, si hay algo que gana mucho en la versión de Miyazaki es el castillo. El estudio Ghibli dota al castillo de su típica estética steampunk prescindiendo del ladrillo y de las líneas rectas. Ni siquiera parece un castillo, es más bien un gigantesco robot zoomorfo entre cómico y aterrador que camina sobre cuatro patas de gallina mecánicas muy Pythonescas. De la descripción original conserva poco más que las cuatro torres, aquí más bien chimeneas. Es también un poco Frankenstein, formado por un collage de aspecto improvisado —no te imaginas a un ingeniero diseñando los planos— que incluye partes de casas aquí y allá, madera en la zona frontal que forma una cara con una boca que se abre y muestra una lengua articulada, metal en diversas cúpulas y tuberías. Tiene también dos alas de dragón y una especie de mástil con una canastilla similar a la cofa de vigía de un velero antiguo. Estos componentes de tierra (patas), mar (mástiles) y aire (alas) forman un todoterreno de apariencia viva, pero que en realidad necesita el poder de Calcifer para moverse.

¿Existe o existió el castillo ambulante? No. Diana Wynne Jones se inspiró en la idea que le dio un niño llamado Stephen, alumno de un colegio en el que ella estaba de visita, que le pidió que escribiera un libro sobre “un castillo móvil”. ¡Gracias, Stephen!
¿Se puede visitar? En breve será posible visitar una réplica del castillo ambulante en el Ghibli Park que se abrirá en 2022 en la prefectura de Aichi, Japón. Aquí puedes ver las primeras imágenes:
Mientras, si te gusta el papercraft y tienes una semana libre, puedes fabricarte una maqueta a escala y ponerlo en un lugar de honor en tu casa. En cuanto a la película, cuando escribo esto está disponible en Netflix (en España).
Más información:
- Crédito imágenes: Studio Ghibli
- Entrevista a Diana Wynne Jones (VOSE) acerca del libro y la adaptación de Miyazaki.
- Escucha la banda sonora de El Castillo Ambulante en Spotify: