Entre los templos (2024)

Ben Gottlieb canta en la sinagoga. O lo hacía. Una tragedia le hace perder la voz y su fe se tambalea. Su vida es rutina y resignación hasta que reaparece Carla Kessler, su profesora de música de primaria, ahora empeñada en celebrar su Bat Mitzvah pese a su avanzada edad.

El director indie Nathan Silver dirige Entre los templos (Between the Temples, 2024), una comedia dramática que escribió en colaboración con C. Mason Wells. Es la primera película que veo de Silver y me ha dejado con ganas de más.

Jason Schwartzman (Rushmore, The Royal Tenembaums) interpreta a Ben Gottlieb. No esperes ver al hipster elegante que aparece en casi toda la filmografía de Wes Anderson. En esta película está irreconocible. Busqué varias veces el lunar de su mejilla para asegurarme de que realmente era él. Su Ben es un hombre deprimido, con aspecto dejado, que transita por las rutinas y normas de su comunidad sin oponer resistencia, hasta que algo hace clic en su interior. Schwartzman está perfecto, diría que a la altura de su coprotagonista, la enorme Carol Kane (Annie Hall, Unbreakable Kimmy Schmidt). Reconozco que lo que me decidió a ver esta película fue que ella la protagonizara. La adoro. Su Carla es tierna, extravagante y libre, pero no caricaturesca. Cuando se encuentra con Ben, su antiguo alumno, en un bar y él le dice que prepara a niños y niñas para su Bar o Bat Mitzvah, ella decide que más vale tarde que nunca (la ceremonia suele celebrarse cuando las niñas cumplen doce años, y Carla supera los setenta).

Poco a poco vamos conociendo el porqué de la actitud apática, casi vegetal, de Ben. Pero el conflicto que supone la reaparición de Carla en su vida lo obliga a moverse, aunque sea a regañadientes. Entre ensayo y ensayo, algo en él empieza a cambiar.

Entre los templos no es una película sobre la fe en un sentido dogmático. Más bien, es sobre el acto de creer en algo—en la música, en los ritos, en la posibilidad de seguir adelante. Con humor seco y un ritmo pausado, Silver nos deja con la sensación de que, a veces, basta con tener a alguien al lado para volver a cantar. No hay grandes golpes ni epifanías, solo un tránsito sutil entre el duelo, la redención y la posibilidad de cambio.

Schwartzman y Kane están muy bien acompañados por un elenco de secundarios entre los que destacan las dos madres de Ben, interpretadas por Caroline Aaron y Dolly De Leon. Son dos personajes que darían para otra película y que brillan, sobre todo, en la claustrofóbica y brillante escena de la cena familiar a la que Carla es invitada. Me recordó a otra escena en torno a una mesa que tengo más o menos fresca, la de la cena de Navidad en un episodio de The Bear en el que Jamie Lee Curtis dejó claro su enorme talento (por si alguien lo dudaba). Pero si viste esa escena y te hizo desarrollar una fobia a la Navidad y a las reuniones familiares, no te preocupes. La cena de Entre los templos te acabará dejando un buen sabor de boca.

Otro punto que destaca ya en los primeros minutos de Entre los templos es la imagen granulada del 16mm, que aporta una textura áspera que refuerza el desasosiego. La cámara, siempre inquieta, parece moverse al ritmo de la confusión interna de los protagonistas. Con una mirada cruda, Silver retrata la incomodidad de sus personajes sin caer en el melodrama.

Para resumir, Entre los templos se mueve entre la melancolía y el humor con naturalidad. Es una película contenida, sin grandes giros ni sentimentalismos, pero con momentos sinceros de los que se quedan. O al menos se han quedado conmigo, porque la vi hace ya un par de meses y tenía ganas de recomendarla por aquí. Tú ya decidirás si quieres dedicarle 111 minutos de tu vida.

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