Tres historias de terror

No soy amiga del clickbait o cebo para clics. Ya sabes a lo que me refiero, esos titulares que te atraen con una promesa que luego se desinfla en cuanto pinchas el enlace con un dedo de afilada y humana curiosidad. Así que si has hecho clic aquí buscando tres relatos o novelas de terror al más puro estilo Lovecraft, ya te informo de que no va por ahí la cosa. Pero estas tres recomendaciones dan miedo, mucho miedo. Y, en mi opinión, es el miedo más terrorífico de todos los miedos, porque es el que puedes vivir en tus carnes o el que has vivido ya de cerca, con algún familiar o amigo.

He contado alguna vez en este blog como las historias de terror me resultan reconfortantes, nos pasa a muchos, es parte de la razón de su éxito. Te metes en esas historias, las pasas canutas, pero luego todo se resuelve. O no, pero en cualquier caso el horror se queda en el celuloide o en el papel, y tú te vas al súper, o coges el coche para ir al trabajo, y lo haces sabiendo que no corres el riesgo de que te ataque un extraterrestre ágil, voraz y ciego pero con un oído finísimo. Y bueno, eso hace feliz a cualquiera, ¿verdad?

Estas tres historias tratan sobre la demencia, sobre el Alzheimer. Las tres tienen en común que nos ofrecen la perspectiva de la persona que lo padece, cada una a su manera. Son historias duras, aviso, aunque valen mucho la pena, cada una con su estilo. Pero no son reconfortantes en absoluto, cierras el libro o apagas la tele o sales del cine pensando que no me toque, que no nos toque, por favor. Que siga avanzando la ciencia para que, en el futuro, estas historias se vean o lean con curiosidad arqueológica.

Aquí van, ordenadas de menos a más en orden de preferencia (personal, of course):

Relic (2020)

Dirigida por la australiana Natalie Erika James (en un debut más que notable), Relic empieza con el viaje de Kay (Emily Mortimer) y su hija Sam (Bella Heathcote) a su pueblo natal, a la casa de Edna (una aterradora Robyn Nevin), madre de Kay y abuela de Sam. La policía las ha llamado porque Edna ha desaparecido, nadie sabe si está bien, así que Kay y Sam llegan preocupadas a la casa vacía de la matriarca de la familia. Relic juega con un clásico del cine de terror, la casa encantada. La de Edna cumple con todos los requisitos: es una casa antigua y grande, llena de recuerdos, con suelos que crujen y puertas que chirrían, en medio de un bosque denso y cubierto de neblina. El mismo día de su llegada las dos mujeres salen a buscar a Edna junto con un grupo de policías y voluntarios, sin éxito. A la mañana siguiente Edna aparece en su cocina descalza, sucia y aparentemente sin recuerdos de su desaparición. Pronto Kay y Sam comienzan a notar algo raro en la casa presencia que se manifiesta como un moho negro que parece controlar cada vez más a Edna.

Ese moho y la existencia de un laberíntico mundo paralelo tras los tabiques de la casa son la metáfora de la demencia que padece Edna. Y, si echas un vistazo al póster, verás que Relic no se queda ahí, que sugiere que estamos ante una enfermedad que afectará tarde o temprano a las otras mujeres de la familia.

El padre (2020)

Dos grandes, dos enormes intérpretes se juntan en El padre, cinta del francés Florian Zeller, que basó el guión en la obra de teatro con el mismo título que escribió en 2012. El padre del título es Anthony Hopkins; su hija, Olivia Colman. La película no oculta su origen teatral, sin que esto sea un problema para disfrutar (y sufrir) al verla. Al revés, en todo caso incrementa la sensación de claustrofobia que produce. El octogenario Hopkins borda el papel de Anthony, un anciano carismático pero de difícil carácter, que espanta a sus cuidadoras con su carácter intenso, porque (dice él) no las necesita. Anthony no acaba de comprender lo que está sucediendo a su alrededor: personas que aparecen y desaparecen de su casa, muebles que cambian de sitio, rostros desconocidos que se identifican como familiares… Cuando es diagnosticado de demencia, se niega a aceptarlo, él sigue convencido de que está bien.

El desconcierto de Anthony, incapaz de entender ese extraño entorno cambiante, lo vives en primera persona, sientes su indignación, su rabia, y finalmente su horror al verse incapaz de entender por qué el mundo parece haberse rebelado contra él, por qué las cosas que antes tenían sentido han dejado de tenerlo.

«La respiración cavernaria», de Samanta Schweblin

Para acabar, un relato sobrecogedor de la argentina Samanta Schweblin, «La respiración cavernaria», que puedes encontrar en el libro de relatos Siete casas vacías (2016). Mientras escribo esto está disponible para Kindle Unlimited en España.

En «La respiración cavernaria» conocemos a Lola, una anciana que vive con su marido. Lola tiene problemas de salud, apenas logra mantenerse de pie más de unos minutos, y tiene problemas respiratorios. Sus días transcurren ordenados y aburridos en su casa, protegida entre sus cuatro paredes, mientras fuera las cosas van cambiando en su barrio, que se ha vuelto peligroso. El marido es quien sale a hacer la compra, mientras ella se queda dentro, vigilando recelosa tras las ventanas. Lola tiene una obsesión con las listas y las cajas, en una especie de ritual para acercarse a la muerte, que es ya lo único que espera de la vida:

Quería morirse, pero todas las mañanas, inevitablemente, volvía a despertarse. Lo que sí podía hacer, en cambio, era organizarlo todo en esa dirección, aminorar su propia vida, reducir su espacio hasta eliminarlo por completo. De eso se trataba la lista, de eso y de mantenerse focalizada en lo importante. Recurría a ella cuando se dispersaba, cuando algo la alteraba o la distraía y olvidaba qué era lo que estaba haciendo. Era una lista breve:
Clasificarlo todo.
Donar lo prescindible.
Embalar lo importante.
Concentrarse en la muerte.
Si él se entromete, ignorarlo.

Como suele ocurrir con Schweblin, entras en un escenario conocido y aparentemente inofensivo, la rutinaria vida de dos ancianos, y acabas atrapada en una red de terror psicológico sin saber muy bien cómo has llegado hasta ahí. En este párrafo de la primera página ya vemos que Lola se dispersa, olvida, necesita llevar su lista siempre a mano. Poco a poco la demencia entra en escena, aunque lo que ocurre en los momentos de lucidez es tanto o más aterrador en este excelente relato.

Y hasta aquí las tres historias de terrores tristemente cotidianos, pero aprovecho para recomendar el resto de relatos que encontrarás en Siete casas vacías de Samanta Schweblin, una obra que no te puedes perder tanto si te gusta el género del relato como si lo tenías olvidado y quieres retomarlo. No sé si te gustará tanto como a mí, pero dudo que te deje indiferente.

Más información:

  • Ficha de Relic en IMDB.
  • Ficha de El padre en IMDB.


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