El verano del inglés — Carme Riera

Mañana es 16 de octubre y se celebra la octava edición del Día de las Escritoras. Seguro que tendremos la oportunidad de leer, escuchar y ver muchas reflexiones que nos recordarán lo difícil que lo tuvieron las mujeres que deseaban dedicarse a la escritura en siglos pasados y se abrieron camino como pudieron (las que lo lograron). Te pueden venir a la cabeza las Brönte y sus libros publicados con seudónimo masculino (Currer, Ellis y Acton Bell). Eso fue en el siglo XIX, una época relativamente reciente en la que empezaron a darse a conocer un número de escritoras que puede parecer grande si lo comparamos con los siglos anteriores, pero ridícula si la comparación se hace con el número de escritores masculinos que pueblan los estantes dedicados a la literatura decimonónica.

Otra novelista, Virginia Woolf, ojeaba un día los lomos de los libros de su biblioteca preguntándose por qué ninguna mujer había escrito ni una palabra en la época de Shakespeare, cuando era evidente que tantos y tantos hombres habían sido capaces de escribir canciones y sonetos. ¿Su conclusión?

Una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas.

Esta reflexión forma parte de su ensayo Una habitación propia, un texto basado en unas conferencias que Woolf dio en dos colleges femeninos de la Universidad de Cambridge en 1928. Si no lo has leído, vale la pena que le dediques un rato. Aquí puedes encontrarlo en pdf. La prosa de Woolf convierte esta aguda reflexión en una lectura muy amena. La británica afirma que lo que diferencia a los hombres y mujeres de nuestro pasado es que ellos sí que tenían un tiempo, un lugar y unos ingresos que les permitieron tener una formación y dedicarse a la escritura si lo deseaban, mientras ellas se dedicaban a hacer lo que se esperaba de las de su sexo: cuidar de la casa, del huerto, de los animales domésticos, de los niños, de los padres, de los abuelos, irse a dormir (quizás tras engendrar algún hijo más) y volver a empezar con la misma rutina a la mañana siguiente. El dinero y el espacio de Woolf no implica que haya que ser rica para escribir, tan solo que es necesario tener una cierta independencia y ese lugar físico y metafórico en el que reflexionar, así como los medios económicos suficientes como para poder salir de casa, para acceder a una educación que abra la mente.

Pero el título de este post es El verano del inglés, dirás con toda la razón. Cierto, quería celebrar este día hablando de una escritora y he elegido a una de mi tierra, la mallorquina Carme Riera, nacida en Palma en 1948 (solo veinte años después de que Virginia Woolf escribiera su ensayo). Riera ocupa la silla n (minúscula) de la Real Academia Española (RAE), algo que habría llenado de orgullo a Woolf, que terminaba Una habitación propia diciendo que calculaba que en otro siglo (es decir, en 2028) llegaría la oportunidad para las mujeres que quisieran dedicarse a la escritura. (¿Estamos ya dónde ella imaginaba? Que cada persona saque sus conclusiones; yo solo diré que en las sillas de la RAE están ocupadas hoy por 35 hombres y 11 mujeres).

Conocí El verano del inglés (L’éstiu de l’anglès, 2006) gracias a la lista de lecturas del colegio de mi hija, que estudia cuarto de la ESO. No es la primera vez que le tomo prestado algún libro. Una de las (muchas) bondades de que tus hijos se hagan mayores es que cada vez leen cosas más interesantes en el cole. De este me llamaron la atención dos cosas: la autora (ya había leído relatos y novelas suyos hace años) y la portada. No sabía si el inglés del título se refería al idioma o a un nativo de Inglaterra. Por el diseño de la portada (que puedes ver en la foto) imaginé un romance juvenil que tenía lugar en uno de esos veranos de inmersión que pasan muchos adolescentes en Inglaterra (a mí me tocó Cambridge). Dado que Carme Riera ha hecho sus incursiones en el terreno de la narrativa infantil y juvenil, no era tan descabellado. Pero la sinopsis me pareció mucho más interesante que lo que sugería la alegre portada: Laura Prats es una agente inmobiliaria de Barcelona que está cansada de que sus escasos conocimientos de inglés le impidan ascender profesionalmente. Por eso, a sus 48 años decide dedicar sus vacaciones de verano a realizar un curso de inmersión total en la mansión de Mrs. Grose, una profesora jubilada cuyo método de enseñanza del inglés se revelará pronto como terrorífico.

Carme, pensé, qué buena idea: mezclar los cursos intensivos de inglés con una historia de misterio, de terror. Esa promesa de que algo malo le iba a pasar a la tal Laura, y además en un escenario tan clásico para las historias góticas como una mansión en la campiña inglesa fue lo que me decidió a leer esta breve novela (no llega a las 150 páginas). Puede que se brevedad sea uno de los alicientes para algunos (entre los que se incluirán, sin duda, la mayoría de compañeros de clase de mi hija). En mi caso, me hubiera gustado saber un poco más de todo. Los personajes de Laura y Mrs. Grose me parecieron algo esquemáticos, rozando la caricatura esta última. La casa, el lugar donde Laura las acaba pasando canutas, no llega a ser un personaje más, como ocurre en las novelas góticas o en las que se inspiran en este género. El verano del inglés no es una novela gótica, pero toma prestadas sus convenciones y sentí que le faltaba profundizar en el escenario. Sin embargo, no diría que esto sea un problema de este libro: esta aparente carencia está justificada porque quien nos cuenta la historia es la propia Laura, en una especie de informe en el que debe dejar constancia de lo sucedido en la casa de Mrs. Grose. Por tanto, lo que leemos es lo que Laura quiere que se sepa de lo que ella vio y sintió. Este informe va dirigido a la persona que deberá encargarse de defender su caso, como la propia Laura nos dice en el primer párrafo:

Me pide usted que se lo cuente todo porque de lo contrario no se encargará del caso. Acepto su propuesta y le escribo comenzando desde el principio, para que pueda tener entera noticia de mi persona. Me hago cargo de hasta qué punto necesita conocer incluso aquellos aspectos a simple vista nimios o superfluos, ya que en ellos pudieran encontrarse las claves para argumentar una buena defensa.

Reconozco que lo pasé bien leyendo El verano del inglés, que la novela engancha y se lee de un tirón, que contiene una parodia sobre la mal sobrellevada carencia de tantos españoles de la generación de Laura (nacidos entre las décadas de 1950 y 60) en cuanto a conocimientos de inglés. Hay mucho humor negro y sarcasmo, la intriga es satisfactoria, te anima a seguir leyendo para saber más, y además tiene un final no del todo cerrado que te invita a pensar. Y pensar siempre nos viene bien.

Más información:

  • El verano del inglés incluye algunas referencias a las novelas góticas a las que homenajea o parodia, como Rebeca, Cumbres borrascosas, Otra vuelta de tuerca (Carme Riera toma prestado el nombre de su villana del ama de llaves de Bly, la señora Grose)… La propia Laura compara a Mrs. Grose con Misery, la perturbada protagonista de la novela del mismo título de Stephen King.
  • Aquí puedes leer un fragmento de El verano del inglés.
  • El Día de las Escritoras se celebra el lunes más próximo al 15 de octubre, fecha en la que falleció en 1582 Santa Teresa de Jesús, la patrona de los escritores españoles.


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2 comentarios en “El verano del inglés — Carme Riera”

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