La mujer del teniente francés – John Fowles

Un año antes de publicar La mujer del teniente francés, el británico John Fowles (1926-2005) escribió un ensayo titulado «Notas sobre una novela inacabada». En ese texto, Fowles cuenta cómo esta novela surgió de una imagen visual que no dejaba de perseguirle:

Empezó hace cuatro o cinco meses en forma de imagen visual. Una mujer al final de un muelle desierto, mirando fijamente el mar. Eso fue todo. […] Ignoré la imagen, pero recurrió. De manera imperceptible dejó de aparecer en mis pensamientos. Entonces empecé a pensar en ella deliberadamente, tratando de analizarla y de lanzar hipótesis que justificaran su poder. Obviamente era misteriosa. Era vagamente romántica. […] La mujer […] era victoriana y, como siempre la veía en el mismo plano largo, de espaldas, representaba un reproche a la era victoriana. Una marginada. No sabía cuál era su crimen, pero deseaba protegerla. Empecé a enamorarme de ella, o de su actitud, no sabía de cuál de las dos.

Así nació Sarah Woodruff, la enigmática protagonista de La mujer del teniente francés (The French Lieutenant’s Woman, 1969). Fowles ambientó su novela casi cien años atrás, en 1867 —en la década en la que se publicaron clásicos como La mujer de blanco (Wilkie Collins), Mujercitas (Louise May Alcott), Grandes esperanzas (Charles Dickens), etc.—, para trasladarnos a la Gran Bretaña de la época victoriana, con sus convenciones sociales, su puritanismo, su obsesión por la decencia. Era la época en la que triunfaba la poesía de Alfred Tennyson, el poeta laureado que continuó con los temas líricos de viejas glorias como Keats o Shelley pero sin el lado salvaje de los chicos malos del romanticismo.

Si para elegir la época retrocedió unos nada despreciables cien años, para la ambientación no se fue muy lejos: él vivía entonces en Lyme Regis, una localidad del sur de Inglaterra, en el condado de Dorset. Uno de los puntos de interés turístico es «the Cobb», un dique de piedra que se adentra en el mar para dar cobijo al puerto de la localidad. Y ahí es donde colocó a esa enigmática victoriana que lo había estado persiguiendo y que necesitaba un motivo para su actitud distante y su fijación por el mar. Fowles le dio un nombre, Sarah Woodruff, y la convirtió en una humilde institutriz de reputación mancillada por su relación con el teniente francés del título.

Para acompañar a Sarah, Fowles creó a Charles Smithson, un caballero victoriano con mucho tiempo libre que se encuentra en Lyme Regis visitando a su prometida, la joven y adinerada Ernestina. Charles es un paleontólogo aficionado y gran admirador de Darwin, algo que no estaba muy bien visto en la época. Pese a ese defectillo, es un buen partido y está preparado para dar el gran paso y hacer lo que se espera de él: convertirse en el marido de Ernestina y quizás, empezar a trabajar en el negocio de su suegro (aunque esto le apetece mucho menos).

Una tarde, mientras Charles y Ernestina pasean por el puerto, ven la figura de Sarah en el malecón, inmóvil, con la mirada fija en el mar, vestida de negro de los pies a la cabeza. Charles teme que pueda caer al mar embravecido y se acerca para prevenirlo. Ese escena le dejará tan cautivado como al propio Fowles, y marcará el destino de ambos.

La mujer del teniente francés se distancia de las novelas realistas decimonónicas a las que imita gracias a la peculiar voz del narrador/escritor. El alter ego de Fowles nos hace saber desde el principio que él no pertenece a la época que está narrando. Es un narrador omnisciente, muy similar a los de las novelas victorianas, pero con la diferencia de que nuestro narrador es un hombre del siglo XX comentado situaciones que tienen lugar en el siglo XIX. En general narra los hechos en tercera persona, pero su presencia se va dejando notar cada vez más, hasta el punto de aparecer como un personaje más en una de las escenas claves del libro. Su tono es muchas veces burlón, desdeñoso, algo pedante, divertido, especialmente cuando se para a analizar los valores victorianos, las actitudes de sus personajes incluso en los momentos más dramáticos de la historia. Lo que consigue Fowles es un efecto de parodia de ese narrador-dios que todo lo sabe y todo lo ve, y lo hace apareciendo en varias partes de la novela, abriendo la cortina y asomándose para recordarnos que él es el titiritero:

La historia que estoy contando es pura imaginación. Los personajes que he creado nunca existieron fuera de mi propia mente. Si hasta ahora he fingido conocer la mente de mis personajes y sus pensamientos más íntimos, es porque escribo […] siguiendo una convención universalmente aceptada en la época de mi relato: que el novelista está a la altura de Dios.

La intromisión del autor es un recurso típico de la metaficción, tan asociada al posmodernismo al que pertenece esta obra. La originalidad de esta novela está en la manera en que Fowles lleva esa idea hasta el final, o mejor dicho hasta los finales alternativos que propone para la novela. Tras detallar cómo sería el desenlace de esta historia si los personajes se comportaran como era de esperar en su época, el narrador pasa a contarnos otros dos finales adicionales.

Aún sin el detalle de este peculiar narrador, el personaje de Sarah Woodruff tampoco acabaría de encajar en una novela decimonónica. Fowles, que se definió como feminista, la creó como una existencialista que valora su libertad por encima de todo lo demás. En oposición, el personaje de Ernestina representa la tradición de los valores victorianos. Charles duda y se mueve entre ambos mundos hasta que finalmente… Hasta que finalmente tú eliges dónde y cómo quieres dejar al bueno de Charles.

Más información:

  • Fragmento de «Notas sobre una novela inacabada» (1968) de John Fowles extraído de The Novel Today, de Malcolm Bradbury en Google Books.
  • Meryl Streep es Sarah y Jeremy Irons es Charles en la adaptación cinematográfica de 1981. La metaficción de la novela se tradujo al cine (Harold Pinter mediante) con una trama dividida en dos partes que se van entrelazando. En la primera parte, se narra la historia de la novela que es llevada al cine, la adaptación del libro La mujer del teniente francés. La segunda parte se enfoca en la vida de los actores, actrices y el equipo técnico involucrados en la producción de esta película.


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2 comentarios en “La mujer del teniente francés – John Fowles”

    1. Estoy de acuerdo contigo, la intromisión del autor puede ir muy bien o muy mal. Respecto a la película, en mi opinión no ha llevado tan bien el paso del tiempo como el libro, pero no tiene malas críticas. Un saludo y espero que estés llevando bien los calores 🙂

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