Una pequeña luz (2023)

En el primer episodio de Una pequeña luz (A Small Light, 2023), Anne Frank es un personaje secundario, una niña normal que no llamaría la atención si no supiéramos quién es. La protagonista de esta miniserie es Miep Gies, una administrativa que trabaja para Otto Frank, el padre de Anne. A su vez, Miep es un personaje secundario en El diario de Ana Frank. Forma parte del grupo de personas (llamados salvadores o ángeles en el diario) que ayudaron a los Frank mientras estuvieron escondidos en la Casa de atrás, como nos cuenta la propia Anne:

Miep siempre anda agobiada como una mula de carga. No hace más que transportar paquetes. Casi todos los días recorre kilómetros para conseguir algunas hortalizas que trae en grandes bolsas atadas a su bicicleta. Cada sábado, fielmente, llega con cinco libros de la biblioteca; los esperamos toda la semana con impaciencia. Exactamente como niños a quienes se ha prometido un juguete.

Una pequeña luz nos enseña cómo transcurrieron aquellos años en la vida de Miep, en ese llevar y traer cosas a escondidas mientras los Frank permanecían secretamente confinados para tratar de salvar sus vidas. La serie está protagonizada por Bel Powley (Miep Gies), Joe Cole (Jan Gies) y Liev Schreiber (Otto Frank).

Miep Gies (cuyo verdadero nombre era Hermine) nació en 1909 en Viena, en el seno de una familia modesta. Con diez años, su familia se vio obligada a enviarla a Holanda tras la guerra, debido a que era una niña enfermiza y ellos tenían dificultades para alimentarla bien. En principio solo debía pasar unos meses con su familia de acogida. Sin embargo la convivencia fue tan buena, y se adaptó tan bien a la nueva situación, que decidió quedarse en Holanda. A los 24 años, la joven consiguió empleo en una empresa de productos de alimentación. Se trataba de Opekta, la empresa administrada por Otto Frank. Miep empezó en atención al cliente, pero acabó ocupando un puesto administrativo. En 1941 se casó con el contable Jan Gies, que fue miembro de la resistencia neerlandesa contra la ocupación nazi.

Esta historia la conocemos bien: Anne Frank, sus padres Otto y Edith y su hermana Margot se vieron obligados a esconderse porque eran judíos en una Amsterdam cada vez más controlada por los nazis. Allí llegaron en 1934, procedentes de su Alemania natal, tratando de esquivar los horrores de los campos de concentración. Al principio, Otto Frank logró establecerse como empresario y su familia vivió en un buen barrio al sur de la ciudad, pero cuando las fuerzas armadas alemanas ocuparon los Países Bajos en mayo de 1940 supieron que estaban en peligro. Otto fue preparando un escondite en la parte trasera de su empresa, una vivienda de unos 50 m2 a la que se accedía a través de una puerta oculta tras una librería.

En julio de 1942, la familia se mudó al escondite. Y ahí vivieron 761 días (junto con los Van Pels, y el dentista Fritz Pfeffer, en total ocho personas) hasta que los encontraron los nazis. Todos fueron trasladados a campos de concentración. Solo sobrevivió Otto Frank.

Modelo de las oficinas de Opekta. En el centro, marcado con el nº 6, la puerta-librería que ocultaba el acceso a la Casa de atrás.

Miep Gies rescató el diario de Anne de la Casa de atrás y lo guardó para devolvérselo a la niña a su regreso. En cuanto se supo que nunca volvería, se lo entregó a Otto. Sin Miep, todo lo que Anne le contó a su amiga imaginaria Kitty en las páginas de su diario con tapa de cuadros, se habría perdido. Sin Miep, los Frank no podrían haber resistido tanto tiempo y ni siquiera Otto habría sobrevivido. No tendríamos esta crónica del Holocausto visto a través de los ojos de una adolescente con mucho talento para escribir.

Dicho esto, Una pequeña luz es una serie que no se regodea en la tristeza de la historia. El final lo conocemos y, aún así, en cada capítulo hay esperanza. Miep y el resto de protagonistas transmiten tan bien su alegría de vivir, su perseverancia, su capacidad de supervivencia frente a las adversidades, que tú, como espectadora, te tienes que recordar cada cierto tiempo que no, que esto no es un guión de Hollywood de esos que hacen pasarlas canutas a sus personajes para luego salvarlos en el último minuto. Esto es la vida real y no habrá final feliz.

Supervivientes: Jan y Miep Gies (izquierda) y Otto Frank (derecha)

Una pequeña luz es una obra de ficción. Algunos detalles de la historia cambian, como la edad de Miep cuando empezó a trabajar en Opekta. En la serie nos cuentan que fue a los 18 años, pero en realidad Miep ya había trabajado previamente en otra empresa, así que tenía ya 24 años. Este cambio sirve para destacar la transición de la juventud a la madurez de una Miep que comienza como inexperta aprendiz de Otto y acaba teniendo con él una relación de amistad muy especial por las trágicas circunstancias que les tocó vivir juntos. Las escenas que comparten Miep-Bel Powley y Otto-Liev Schreiber (inmensos los dos) son de lo mejor de la serie. Vemos la evolución de su relación secuencia a secuencia: mirada a mirada, gesto a gesto, palabra a palabra (cargadas de emoción y juventud en el caso de Miep, de contención y experiencia en el caso de Otto). A su regreso del campo de concentración, Otto Frank vivió con ella y Jan durante siete años.

Internet me cuenta que Miep murió en 2010 a los 100 años. Durante su larga vida escribió su historia y se dedicó a dar conferencias en las que insistía en el poder de las personas corrientes para marcar la diferencia en situaciones adversas:

Incluso una vulgar secretaria, un ama de casa o una adolescente pueden, a su manera, encender una pequeña luz en una habitación oscura.

Y de ahí el título. Si te animas a ver Una pequeña luz (que mientras escribo esto está disponible en Disney+ en España), mejor que tengas un pañuelo a mano, por si acaso. Pero es probable que acabes con más sonrisas que lágrimas, por todos esos destellos de humor que los humanos somos capaces de hallar en los momentos más oscuros, y que esta serie retrata tan bien. Y en tan solo ocho capítulos, que también es de agradecer en una época en que las series y las películas parecen estar explorando los límites de nuestra capacidad de atención con metrajes cada vez más largos (no te preocupes, sé que no me leen ni Nolan ni Scorsese).

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