Caín — José Saramago

Hacía tiempo que no leía a José Saramago (1922-2010). Aunque es uno de mis autores favoritos y he leído muchas de sus novelas, aún me queda por ahí alguna por descubrir. Otras las he leído dos veces, como Todos los nombres, que seguramente no es su obra maestra pero que a mí, por lo que sea —quizás por cómo te hace vivir la obsesión que transforma a ese funcionario anodino, o por ese toque de intriga, o porque es una historia de amor diferente— me fascina.

Esta semana he disfrutado mucho leyendo Caín (Caim, 2009), la última novela del portugués. Un buen punto final a una carrera literaria espectacular pese a su discreto arranque en 1947, cuando el joven Saramago publicó su primera novela sin éxito. Su siguiente manuscrito no recibió ni respuesta de la editorial. El muchacho debió pensar que eso no era lo suyo y durante los siguientes veinte años trabajó como funcionario, trabajador de una compañía de seguros y periodista. Así cuenta Saramago este parón literario nada más empezar:

Escrevi ainda outro romance, Clarabóia, que permanece inédito até hoje, e principiei um outro, que não passou das primeiras páginas (…). A questão ficou resolvida quando abandonei o projecto: começava a tornar-se claro para mim que não tinha para dizer algo que valesse a pena.

Afortunadamente, tras ese paréntesis de veinte años empezó a tener cosas que contar que valían mucho la pena y volvió al mundo de la literatura. Primero, trabajando como editor, traductor (de autores como Maupassant, Colette, Tolstoi, Baudelaire, etc.) y crítico literario. Y por fin, como escritor, publicando el libro de Os poemas possíveis (1966), un libro de poesía.

En 1977, con 55 años, publicó Manual de pintura y caligrafía. Y en 1980 publicó la que se considera su primera gran obra, Alzado del suelo. Y de ahí, al Nobel.

Creo que vale la pena mencionar cómo se formó Saramago, cuál fue el camino que le condujo hasta ese premio Nobel. Hijo de una familia muy humilde, iba para herrero mecánico. Sus padres no podían permitirse pagarle una carrera universitaria. Sin embargo, aquella formación profesional fue sorprendentemente amplia en el área de humanidades, incluyendo una asignatura de francés y otra de literatura. El chico se aficionó a la lectura y, más adelante, en los dos años en que trabajo en una herrería mecánica, empezó a ir por las noches a la biblioteca pública de Lisboa. Y leyó mucho. Muchísimo.

Biblioteca Palácio Galveias, la universidad de Saramago

Esas horas y horas de lectura fueron claves en su formación:

E foi aí, sem ajudas nem conselhos, apenas guiado pela curiosidade e pela vontade de aprender, que o meu gosto pela leitura se desenvolveu e apurou.

Así que si alguna vez pasas por la Biblioteca Palácio Galveias en Lisboa, recuerda darle las gracias porque puede que, si no hubiera estado ahí, con su horario nocturno, no podríamos leer hoy Caín, ni el Ensayo sobre la ceguera, ni Todos los nombres, ni El hombre duplicado, ni Las intermitencias de la muerte, etc. Obrigada!

Caín

Caín se puede leer como una segunda parte de lo que Saramago empezó con El Evangelio según Jesucristo (1991), casi 20 años antes. Mientras El Evangelio era una reinterpretación de la vida de Jesús como ser humano partiendo de los evangelios canónicos, Caín reescribe la historia del primogénito de Adan y Eva. O mejor dicho, la escribe, porque al parecer en la Biblia no se cuenta demasiado: sabemos que Caín mató a su hermano Abel. La lectura más extendida es que fue por celos, porque Dios demostró preferencia por este último. Como castigo, Dios marcó a Caín (no se define cómo, solo que le colocó una marca bien visible) para que fuera reconocible y nadie lo matara y lo condenó a llevar una vida errante.

En Caín nos encontramos con el peculiar estilo narrativo de Saramago: nombres en minúsculas, diálogos intercalados en la narración sin signos de puntuación que ayuden al lector a identificarlos y esos párrafos largos, larguísimos que, como diría Whitman (o Dylan) contienen multitudes. De vez en cuando oigo por ahí que alguna persona no quiere leer a este escritor por considerarlo denso o difícil, debido a su peculiar puntuación. Tiene mucho que perder quien descarta a Saramago por un quítame allá esos guiones. Su lenguaje choca en las primeras dos páginas como mucho, a partir de ahí ya lo asimilas y disfrutas de todo lo que tiene que contar.

El motivo de estas curiosas decisiones ortográficas era la pregunta que todos los periodistas llevaban en su lista cuando tenían la oportunidad de acercarse a Saramago. En esta entrevista lo argumentó así:

En el fondo, la puntuación es lo mismo que las señales blancas pintadas en las carreteras, que intentan impedir que el conductor tenga problemas pero, tal vez, si no existiera ningún tipo de señales, todo el mundo conduciría con mucho más cuidado. Eso es lo que quiero, que me lean con cuidado.

Por otro lado, hay muchas reflexiones intercaladas en la historia, pero siempre con un lenguaje sencillo, más bien coloquial. Veamos un ejemplo, para volver ya a Caín. Esto ocurre muy al principio del libro (y de los tiempos), cuando Dios se da cuenta de que ha olvidado ponerles lengua a Adan y a Eva y corrige su error:

[…] El señor quiso comprobar que su error había sido corregido, y así le preguntó a adán, Tú, cómo te llamas, y el hombre respondió, Soy adán, tu primogénito, señor. Después, el creador se dirigió a la mujer, Y tú, cómo te llamas tú, Soy eva, señor, la primera dama, respondió ella innecesariamente, dado que no había otra. El señor se dio por satisfecho, se despidió con un paternal Hasta luego, y se fue a su vida. Entonces, por primera vez adán le dijo a eva, Vámonos a la cama.

Caín, como todas las obras de Saramago, es ácida, divertida, con una profunda crítica social y, en este caso, a las convenciones del cristianismo. Nos presenta a un Dios caricaturizado como un ser contradictorio, vengativo, cruel y vanidoso. Como una mezcla entre Anton Chigurh y el Dr. Maligno, porque tiene una vis cómica, una tendencia a la pataleta cuando las cosas no salen como él quiere. Saramago (ateo militante) afirma que lo que hace no es una interpretación de los textos bíblicos, que es lo que hacen las religiones, sino que hace una lectura literal. Dios es cruel despreciando las ofrendas de Caín y eso causa el fratricidio. Dios manda fuego y azufre para destruir Sodoma y Gomorra, matando a los pecadores pero también a los niños inocentes. Dios le pide a Abraham, para probarlo, que sacrifique a su hijo Isaac. Como dice el portugués, no es de fiar.

Saramago era comunista, de manera que podemos hacer otra lectura del Dios que nos pinta en este libro, que se puede ver como una representación de los tiranos que han gobernado o gobiernan a los hombres. De las injusticias de la vida.

Todas las escenas bíblicas las vemos en el viaje errático al que ha sido condenado Caín. Saramago adereza la historia convirtiendo al primogénito de Adán y Eva en un viajero del tiempo, de manera que puede ir saltando de episodio bíblico en episodio bíblico sin seguir un orden cronológico: tiene sexo con Lilith (una secundaria de lujo en esta novela, mujer fatal y poderosa), evita que Abraham sacrifique a Isaac, viaja en el arca de Noé, etc.

Si ya has leído El Evangelio según Jesucristo (tan polémica cuando se publicó en Portugal que movió a un enfadado Saramago a tomar la decisión de mudarse a Lanzarote), es posible que Caín te parezca poca cosa, ni tan perturbadora ni extraordinaria como la primera. A mí me ha gustado. Salvando las distancias temáticas, me ha recordado un poco a Zelig, el falso documental de Woody Allen en el que su camaleónico personaje va chupando cámara junto a personajes históricos de todo pelaje, como Charles Lindbergh, Chaplin, Hitler, el Papa, etc.

Vamos, que la recomiendo.

  • Una profunda reflexión acerca de la condición humana, escondida bajo la superficie de una lectura amena, fácil y divertida.

Más info:

  • Textos de la autobiografía de Saramago: Fundação José Saramago
  • Foto de Saramago: Wikipedia
  • Caín (2009), José Saramago. Traducción de Pilar del Río. He leído la versión Kindle, de Alfaguara (en Amazon España cuesta solo 2,37 €). 116 páginas.

7 comentarios en “Caín — José Saramago”

  1. Yo la leí hace bastante tiempo y he olvidado muchas cosas, pero si tengo en el recuerdo que me resultó bastante irreverente y que me gustó. Ahora tengo entre manos «Ensayo para la ceguera», que he sacado de la biblioteca. Benditas bibliotecas. Preferiría que escribiese del modo convencional que me resulta más cómodo aunque coincido contigo en que al poco te acostumbras a su estilo a pocas páginas que leas.

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    1. Desde luego, benditas bibliotecas. Espero que disfrutes con el libro. Va a ser muy especial leerlo ahora, en el contexto de una pandemia que —por desgracia— tiene bastantes cosas en común con la que imaginó Saramago. Gracias por comentar 🙂

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